Este jardín se encuentra situado en la plaza de Victorio Macho, 2 “Real Fundación”
Para encontrar los orígenes de este emplazamiento nos remontamos a la época romana, cuando las cárceles de la ciudad se hallaban en la ladera sobre el Tajo, bajo los salientes rocosos cercanos al actual puente de San Martín.
Siglos después, sobre esa roca se construyó la llamada Sinagoga Vieja. Hay escritos que indican que en unos tumultos antijudíos ocurridos en 1391 ésta fue prácticamente destruida. La Sinagoga Vieja se encontraba entre la carnicería de los judíos y la muralla que se levantaba sobre el Tajo. Un documento de 1497 dice que Fernán Suárez y los hermanos Dávalos dan a censo al comerciante Diego de Villareal la sinagoga que linda con las casas de Fernán Álvarez de Toledo, el muro que corona el rodadero del Tajo y “la carnicería que antes era de los judíos”. En 1539 parece haber un cierto reparto de ese gran inmueble: Una casa, de Gutierre de Palma, llamada “parte de la sinagoga”, pasa a los herederos de Gonzalo de Carmona. En 1584 la “casa de la sinagoga” se vende a Sebastián de Mora. En 1585 Mora acepta un tributo sobre la casa que posee “a la xinoga vieja”. Desde finales del siglo XVI, el lugar ya no es conocido como “sinagoga vieja” sino como “casa honda”. Hay quien cree que fue allí donde vivió El Greco. (Fuente: Tres Culturas)
Ubicado en un singular emplazamiento, el promontorio de la “Roca Tarpeya” asoma al río Tajo. A este lugar se le atribuía también el uso de despeñadero para ejecutar penas de muerte. No hemos hallado ningún dato histórico que pruebe este uso, seguramente inventado para “probar” mayores semejanzas de Toledo con Roma, como ya acertadamente supuso el concienzudo historiador Martín Gamero. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)
Aquí mostramos la leyenda de este paraje y que lleva su nombre:
La Roca Tarpeya “Cuenta la leyenda toledana que una joven llamada Octavila, hija del carcelero mayor, enamorada de un joven cristiano llamado Cleonio, abrazó la religión cristiana a expensas de su amado. Se cuenta que hacia el 9 de diciembre del año 306 numerosos cristianos esperaban su hora final en las mazmorras de la cárcel toledana, incluyendo a Cleonio que había sido capturado y sentenciado a muerte siendo arrojado desde la Roca Tarpeya. Al amanecer, conducen a Cleonio por el patio de la prisión al encuentro con su fatal destino, cuando Octavila, sabiendo de esto espera allí a su amado. Narra la leyenda que Cleonio entrega en ese momento una pequeña cruz que llevaba escondida en la boca”.
El inmueble fue la casa y taller del escultor Victorio Macho (Palencia, 1887, Toledo 1966) Tras su fallecimiento, sus restos fueron trasladados a Palencia, siguiendo su última voluntad, y enterrados bajo la ermita excavada a los pies del Cristo del Otero, posteriormente, en 1967, se creaba el Museo de Victorio Macho.
Es visitable la cripta, el museo, y sobre todo sus jardines, una verdadera delicia, finamente cuidados, ofreciendo unas espectaculares vistas del río Tajo y alrededores. En él se mantienen las obras que el escultor tenía expuestas, además de haber incluido algunas nuevas.
La falta de medios humanos y económicos llevó al edificio al abandono, cerrando el museo en 1984. Desde 1999, la fusión de la Fundación Victorio Macho con la Real Fundación de Toledo ha permitido recuperar tanto el edificio como la apertura al público de la colección de Victorio Macho, recuperando con ello unas instalaciones que comprende la casa, su jardín, el taller y el museo de Macho.