Estos claustros se encuentran situados en la Plaza de Santa Clara, 6 “Convento de Santa Clara”
Tanto la calle como la plaza, hacen referencia al nombre del primer convento de monjas clarisas que se instalaron en este lugar en el año 1369, si bien su origen data del año 1250, cuando se instalaron fuera de la ciudad, en extramuros, en el barrio de Buenavista (Colegio Mayol). En el patio de deportes del colegio quedó una cruz de granito de la época primitiva de lo que fue convento. Colegio cerrado y permutado por el Ayuntamiento en 2004 por unos terrenos cerca de San Bernardo, para construir una rotonda para mitigar el tráfico; rotonda que no se llegó a construir por temas políticos. El paraje ha sufrido bastantes modificaciones en el transcurso del tiempo. La calle fue ensanchada y se regularizó una de sus aceras, al construirse la Universidad Lorenzana. La plaza puede considerarse en su origen como un “corral”, pues sólo tenía una entrada, flanqueada a su derecha por el picadero del marqués de Malpica, cuyo antepasado don Per Afán de Ribera era dueño incluso del dolar de la plazuela, cediéndola a las monjas de Santa Clara en 1397. También tuvo esta plaza un callejón sin salida que separaba el convento del palacio de los Ribera, hoy Obras Públicas (hoy Ministerio de Fomento – Demarcacion de Carreteras de CLM). (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)
La entrada al convento de Santa Clara la Real, de estilo medieval, es a través de un curioso soportal ajeno al convento, portada que fue construida entre 1420 y 1445, a juzgar por su heráldica. En su interior, se organiza alrededor de dos patios o claustros yuxtapuestos, el del Naranjo es el más antiguo, perteneciendo probablemente a las antiguas casas originarias (siglo XIV). Tiene planta irregular próxima a la rectangular, con habitaciones sólo en las dos pandas menores (norte y sur), estándo precedidas ambas por un pórtico sobre pilares. El acceso a las habitaciones aledañas se hace por un doble arco de herradura con encuadramientos de yeserías mudéjares. En el ala sur se encuentra la Sala Capitular; y el de los Laureles, edificado poco después, a comienzos del siglo XV, teniendo planta cuadrada. Consta de dos alturas con cinco vanos por panda, en cada una de ellas. El piso inferior está formado por arcos de herradura enmarcados en alfiz y apoyados sobre pilares rectangulares. El piso superior es adintelado, formado por pilares decantados, rematados con tramos cúbicos a modo de capiteles sobre los que descansa zapatas de madera de la techumbre. (Textos: Cultura Castilla La Mancha).
En este enlace se ofrece información y visitas al Convento de Santa Clara.
En muchos rincones de Toledo encontraremos cruces de madera: en callejones, plazas, cobertizos, etc. Cercanos a esta plaza están los cobertizos de Santa Clara y de Santo Domingo el Real. La leyenda que presentamos narra por qué estas cruces, en su mayoría, no tienen un Cristo. Juan Álvarez Hernández, nos lo relata en la leyenda:
La mirada del Cristo Don Lope siguió corriendo por las estrechas callejuelas toledanas como alma que lleva el diablo y, de vez en cuando, un relámpago iluminaba su paso por otra cruz clavada en la pared en la que ocurría la misma historia: el Cristo abría los ojos y a Don Lope le era imposible sostener aquella mirada. Y así con uno, dos, tres…, con todos los cristos que se cruzó hasta llegar a su casa.
A la mañana siguiente. Y ante la oposición del clero y de todo toledano de bien, Don Lope mandó a sus alguaciles quitar todos los cristos de sus cruces y guardarlos en un lugar seguro donde nadie los pudiera encontrar y recuperar.
Los cristos no se pudieron recuperar y, por eso, todavía hoy día, las cruces están desnudas, pero, la historia termina peor para Don Lope…,
Don Lope se quedó…, ¡CIEGO!