Este patio se encuentra situado en el paseo de los Canónigos, 10
Vía hasta hace poco suburbana, simple camino entre tierras de labor y que desde hace algunos años se ha ido poblando de casas en la única acera que la topografía lo permite; por estar la opuesta demasiado próxima a los vertederos de escombros del paseo de Arredondo y la Ronda o paseo de Recaredo.
No figura en el Nomenclátor oficial por ser posterior su urbanización, efectuada en parte sobre terrenos pertenecientes a la cañada de ganados o cordel del Guadarrama. No nos consta la causa de su dedicación a los capitulares catedralicios; salvo que se haya querido conmemorar a la tradición toledana, según la cual, ante la aparición milagrosa de santa Leocadia a san Ildefonso, el sumo pontífice Vitaliano y el rey Recesvinto solicitaron ser considerados canónigos de la catedral donde tal prodigio había tenido lugar, aunque la aparición milagrosa no sabemos que tenga una base documental. Desde entonces, se consideran miembros del Cabildo Primado al Papa y al Rey de España.
Es también posible que, por conducirse a lo largo de esta calle a los canónigos difuntos a su última morada, al atrio del Cristo de la Vega, se les haya dedicado la misma en atención a estos paseos post-mortem. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)
Edificio de nueva construcción, de trazado moderno, en su interior contiene un patio jardín que da entrada al inmueble.
Cercano a este paseo, atravesando el paseo del Circo Romano llegamos a la ermita del Cristo de la Vega. En este lugar el poeta José Zorrilla se inspiró ante la imagen del cristo escribiendo la famosa leyenda:
El Cristo de la Vega “¿Juráis ser cierto que un día, a vuestras divinas plantas, juró a Inés Diego Martínez por su mujer desposarla?. Tras unos instantes de expectación y silencio, el Cristo bajó su mano derecha, desclavándola del madero y poniéndola sobre los autos, abrió los labios y exclamó: -Sí, juro”.