Este patio se encuentra situado en la calle de Santa Úrsula, 11 “Colegio de Arquitectos”
Desaparecida sin pena ni gloria la unificación artificial entre esta calle y su continuación topográfica por el Corralillo de San Bartolomé, termina hoy la de Santa Úrsula en la esquina con la bajada de San Bartolomé, pequeña plazuela que pudo ser un cementerio de la parroquia que en ella tiene su entrada.
Comienza la calle al pie de la torre de El Salvador, la más repleta de relieves visigodos, sigue descendiendo unos metros más hasta llegar a una esquina, abre una calle estrecha que sube, muy visitada por turistas, al fondo se divisa la torre de la Catedral, y al final, a la izquierda se ve la portada de la iglesia que da nombre a esta calle. Dejando la esquina y continuando hacia abajo llegamos hasta la plaza del Juego de Pelota; a la izquierda está ubicado el inmueble señalado con el núm. 11. La calle continua y termina uniéndose a la calle del Cristo de la Parra. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)
El edificio fue el palacio construido, en 1435, por doña Inés de Ayala, hija de Pedro Suárez de Toledo y de Juana de Orozco. Al ser incorporado al Convento, la comunicación de este edificio, se realizó por medio de dos pasadizos, uno elevado, sobre la Travesía de Santa Isabel y el otro subterráneo, en la misma calle.
Hoy día, el edificio es la actual sede del Colegio de Arquitectos de Toledo, siendo un edificio que formó parte del Convento de Santa Isabel de los Reyes, hasta el año 1970, en que fue adquirido por esta entidad.
Al ser adquirido por el Colegio de Arquitectos, se realizó en él una gran restauración y reestructuración, pero conservando en general su estructura básica, como es su magnífico patio, modelo toledano de la primera mitad del siglo XV, cuyo prototipo es el del Palacio de Fuensalida, con pilares ochavados y capiteles decorados con yeserías. Tiene unas buenas proporciones y está ambientado con estilo y se celebran en él exposiciones y actos diversos.
Conserva también, este edificio, un Salón con yeserías de tracería flamígera, así como un artesonado de madera, en el que destaca un alfarje, con decoración heráldica, en el que se repiten los escudos de los Toledo y los Ayala, anteriores propietarios de este palacio. (Textos: Juan Meneses Revenga)