Este patio se encuentra situado en la calle del Pozo Amargo, 7
La calle que tradicionalmente se entendía que comenzaba en la plazuela del Ayuntamiento, en el Nomenclátor de 1864, hoy nace en la confluencia de las calles de Santa Isabel y de la Ciudad, es una de las que han conservado su nombre durante más siglos. Recién conquistada Toledo por Alfonso VI se la menciona por su plazoleta central, donde ya estaba el pozo, llamada plazuela del Caxalí, en el año 1093. Este nombre se sigue usando hasta el año 1142 para identificar sus casas, añadiendo que está en el distrito de Santa María, o sea, la Catedral. Pero a partir de 1162 ya figura en los sucesivos documentos el Pozo Amargo como referencia.
Fue casi siempre un barrio residencial, con escasos comercios y muy concurrido por su famoso pozo, del que se surtían todos los vecinos para usos no potables. El pozo es, naturalmente salobre, como la mayoría de los existentes en la ciudad, por contaminación de sus aguas con otras residuales; estuvo tapiado desde principios de siglo XX, seguramente al instalarse nuevo suministro acuático, pero volvió a abrirse en 1967 gracias al alcalde Sr. Vivar y al arquitecto municipal Sr. Santacruz, aprovechando la pavimentación de la calle, dejando libre el pozo colocando un nuevo brocal. (Fuente: Historia de las Calles de Toledo)
Su famoso pozo dio nombre quizá a la más bella leyenda toledana, escrita por Pablo Gamarra Ramírez, titulada:
El Pozo Amargo “Todas las noches Raquel acude como a cita imaginaria al brocal del pozo del jardín. Su blanca silueta destaca sobre el fondo verdinegro de los vergeles, mientras sus pálidas manos enlazadas descansan sobre el regazo. Vierte sus lágrimas doloridas en el fondo del pozo, cuyas aguas un día se hacen amargas. Y cierta noche, en el sortilegio del plenilunio, la infeliz Raquel, en su extravío, creyendo ver en las aguas de la cisterna la imagen del amado, es atraída por ella a lo hondo”.